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Por qué los cristianos se preocupan por el medio ambiente

Tengo que confesar que no he amado a mi prójimo como a mí mismo. Cada vez que descuido el mundo natural a mi alrededor, no estoy amando a mi prójimo. Quiero expresar aquí por qué he llegado a creer que como persona cristiana debo mostrar una profunda preocupación por el mundo natural.

Al principio, Dios creó el mundo y era bueno. En el mundo cristiano, hay diferentes puntos de vista en cuanto a cómo Dios creó el mundo y cuánto tiempo le tomó crearlo, pero el consenso es que Dios creó el mundo en bondad y amor. Dios crea, y lo que hizo es bueno.

El relato de la creación que encontramos en el Libro de Génesis habla de que los humanos recibieron la comisión especial de cuidar de la buena creación (Génesis 1:28). Parte de haber sido creados a la imagen de Dios tiene que ver con nuestro llamamiento a cuidar el mundo natural y su bondad, así como Dios mostró su cuidado y bondad al crear el mundo natural. La humanidad ha sido llamada a ser “el medio por el cual se comunica” una bendición unos a otros y al bondadoso mundo natural. Se nos desafía a cuidar de la creación y el mundo natural bueno. Cuando no lo hacemos, echamos a perder la imagen de Dios en nosotros y obstruimos los canales por los cuales fluyen las bendiciones de unos a otros.

De modo que, es tiempo de que yo confiese que he demostrado un estilo de vida y un actitud que devalúa la creación. He cometido acciones que sé dañan la bondad del mundo natural. Específicamente, uso mi vehículo a todas partes donde voy, emitiendo gases que dañan el aire. Consumo sin preocuparme de la fuente de donde viene lo que consumo o cómo dispongo de los desechos de mi consumo. Podría seguir añadiendo faltas, pero esto muestra que estoy contribuyendo a la polución que daña la creación.

El daño que muchos estamos causando a la creación tiene efectos reales. La investigación científica ha probado que la actividad humana está contribuyendo al calentamiento de la tierra. Y aunque algunos no concuerden que los humanos están contribuyendo al cambio climático, no podemos negar que la actividad humana daña el mundo natural. Cada año ocho millones de toneladas de basura son arrojados en los océanos, envenenando los suministros naturales de alimentos y la formación del coral. Los fertilizantes contaminan el agua y matan la fauna silvestre. La deforestación amenaza el hábitat de la fauna silvestre, contribuye a la erosión del terreno y el aumento de los gases de efecto invernadero.

El mundo natural es un medio de encontrarnos con Dios. Romanos 1:20 dice que el poder y naturaleza de Dios se entiende y se puede ver a través de lo que Dios hizo. La naturaleza nos muestra la bondad y el amor de Dios. Así también, entendemos que Dios nos cuida a través de las bondades de la creación. El mundo natural provee de gran parte de lo que necesitamos.

Por tanto, cuando contamino la naturaleza estoy dañando a mi prójimo porque estoy limitando el acceso a –e incluso anulando– lo que necesita. Más a menudo, los más afectados son los más vulnerables en el mundo. ¿Qué ocurre cuando el medio ambiente se torna inhospitalario y hostil? ¿Qué testimonio estamos dando acerca de la bondad de Dios cuando contaminamos el agua potable? ¿Cómo vamos a experimentar la bondad del amor de Dios cuando la quema de combustibles fósiles causa asma o dañan los ojos?

Cuando contribuimos a que se den estas condiciones, estamos destruyendo el testimonio de la bondad de Dios. ¿Cómo voy a creer en un Dios amoroso que se preocupa de todas mis necesidades cuando no puedo encontrar agua potable o aire bueno que respirar? Y es un hecho que los que más sufrirán de los efectos de la corrupción ambiental son los pobres. Mientras más disminuyan los recursos naturales, la gente sufrirá más sus efectos como el asma y el cáncer. La gente de menos ingresos estará más expuesta a las toxinas en su hogar o vecindario. La gente pobre será la expuesta al agua contaminada. El impacto del desastre ambiental aumenta de acuerdo al nivel de pobreza de la gente.

Si uno se preocupa del prójimo tiene que preocuparse del medio ambiente. Juan Wesley propuso tres reglas de cómo vivir la vida cristiana, y son bastante simples:

  1. No hagas daño
  2. Haz el bien
  3. Observa las ordenanzas de Dios

Si pensamos en el medio ambiente, nos damos cuenta que con frecuencia hemos obedecido la regla 2 pero olvidado la regla 1. Esto significa que tampoco prestamos atención a la regla 3, ya que Dios nos ha mandado que cuidemos del mundo natural.

El desafío en adelante será considerar las formas en que yo contribuyo a dañar el medio ambiente y a mi prójimo. Juan Wesley solía preguntar a sus amigos si habían orado por el dinero que gastaban. Los invitaba a que consideraran el verdadero valor de cada transacción que hacían. Les pedía que pensaran en si sus gastos producían bien en el mundo. Podemos limitar el daño que hacemos al consumir, si abordamos nuestros gastos en oración. ¿Consideramos en oración las cosas que consumimos y cómo podrían contribuir a dañar el mundo natural?

Si quisieras más ideas de cómo reducir el daño al medio ambiente, visita la siguiente página web: https://www.umcjustice.org/what-we-care-about/environmental-justice


Ryan Dunn es ministro de Online Engagement for Rethink Church. Vive en Nashville, TN, con su esposa y suegra. Es diácono ordenado por la Iglesia Metodista Unida.

 

 

 

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