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Una guía para sobrevivir después de las elecciones de 2020

Varias fiestas vienen después de lo que ha sido una temporada política hostil. Aquí le compartimos algunos consejos para restaurar la paz en nuestras relaciones. Foto por cottonbro, Pexels.
Varias fiestas vienen después de lo que ha sido una temporada política hostil. Aquí le compartimos algunos consejos para restaurar la paz en nuestras relaciones. Foto por cottonbro, Pexels.

Muy pronto usted estará comiendo pavo en la misma mesa que el “tío Pedro”. Ya sabe, el tío de Colorado Springs o de Portland. Por meses, el tío Pedro ha estado en una guerra de memes políticos por medio de los medios sociales, a la vez que ha puesto “tags” burlándose, colocó letreros políticos en los espacios públicos de toda la ciudad, repetidamente ha dicho que estás equivocada por tus ideas políticas contrarias a las de él, y ahora te pasa el puré de papas y el pavo declarando sin ninguna base: “te lo dije”.

Bienvenida a la secuela de Family Feud (= riña familiar) después de las elecciones. Y la secuela es más feroz que la original.

Es probable que usted se sienta desilusionada, desanimada y estresada por el clima político que tenemos en el país y las divisiones que ha generado en sus relaciones personales. Los profesionales de la salud mental lo llaman Trastorno de Estrés Post-electoral (TEPE). Los síntomas comunes son ansiedad, ira, temor y fatiga del conflicto. Si usted sufre de alguno de ellos, no está sola. A continuación le entregamos cuatro claves para recobrar la serenidad mental y la paz en sus relaciones después de las elecciones.

Resista convertir asuntos penúltimos en preocupaciones fundamentales.

Es común que la gente confunda el reino de Dios con la búsqueda del bien común, dándole significado último a preocupaciones penúltimas e inmanentes.

Podemos diferir con el tío Pedro en cuanto a la política de inmigración o la Ley de Salud Asequible (Affordable Care Act), pero recuerde que tal desacuerdo es, a fin de cuentas, tan solo un desacuerdo político, y no es un asunto metafísico. Para los cristianos, lo penúltimo es siempre tratado y refinado por lo último, y jamás adquiere la importancia de lo último o más fundamental. El asignar valor y significado últimos a cualquier solución o agenda política nos lleva al extremismo religioso que usa la fe como un arma. Esta idolatría niega la soberanía de Dios y se puede describir como “ateísmo funcional”, pues cree que la responsabilidad última por todo descansa en cierta política o candidato.

Sin duda que hay asuntos que realmente se conectan con el reino de Dios y acerca de los cuales debemos tomar una posición. Nuestros votos bautismales nos obligan a “resistir el mal, la injusticia y la opresión en cualquier forma que se presenten”. El desmantelar el racismo sistémico o combatir el calentamiento global son asuntos que le preocupan a Dios. Pero incluso en esto debemos reconocer que somos finitos y limitados mientras que Dios es infinito en su soberanía.

Pasadas las elecciones, mantenga las cosas en perspectiva. Como dice Jeremías: “¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso, has hecho los cielos y la tierra. Para ti no hay nada imposible” (32:17). O como dice el agricultor, “Dios no liquida todas las cuentas en octubre”.

Niéguese a estereotipar, culpar, demonizar o tratar a la gente como “los otros”.

Como en toda elección, unos candidatos ganan y otros pierden. Quizá uno de ellos dirigió su campaña en base a valores y principios que se acercan al marco moral y religioso que usted tiene. Si en esta oportunidad su candidato perdió, usted quizá sufra lo que los psicólogos llaman “lesión moral”, esto es, el sentido de que sus creencias, convicciones y valores más profundos han sido aplastados, o quizá sienta que la voluntad de Dios ha sido subvertida. Millones de años de pensamiento tribal nos han enseñado a proyectar y trasmitir nuestra desilusión a personas como el tío Pedro. Es como si Pedro representase todo lo que está mal en el mundo, así que ahora lo excluimos de nuestra “tribu”.

Deje algo de espacio para el tío Pedro en su tribu. Evite el pensamiento binario que caracteriza a la gente en términos de buenos y malos, amigos y enemigos, en base a su preferencia política. Recuerde las palabras del teólogo Walter Wink, que dice: “Cuando demonizamos a nuestros enemigos, poniéndoles nombres e identificándolos con mal absoluto, negamos que todavía retengan en ellos lo que hace posible la transformación. Jugamos a ser Dios… Concluimos que nuestro enemigo está más allá de la mano redentora de Dios”.

Acepte que no toda polarización es mala y que no todo compromiso es malo.

Algunos problemas merecen un conflicto sano. Algunas soluciones requieren conciliación. Como teólogo político, Luke Bretherton sugiere que la política es “un baile entre el conflicto y la conciliación,” mientras que juntos negociamos nuestra vida común. La democracia siempre florece en la energética competencia de ideas opuestas, y el testimonio cristiano demanda un espíritu profético que nos lleva hacia los márgenes.

El evangelio no es políticamente neutral. Tiene algo que decir acerca de nuestra obligación hacia las personas pobres, inmigrantes, enfermas y en prisión. Debido a esto, cada vez que los cristianos se involucran en la política es inevitable el conflicto, pero no necesita ser un conflicto insoluble o eterno. Mientras que la mayoría de nosotros vive en una actitud de “pelear o huir” que nos impulsa a huir del conflicto o resistir la conciliación, Jesús edifica una mesa más larga y amplia, e invita a los publicanos, fanáticos, soldados, políticos, enemigos y amigos a que sean parte de un conversación que transciende las divisiones sociales y políticas por medio de juntos partir el pan y compartir la copa.

Los resultados de este ciclo electoral no sanarán la polarización política de nuestro país. El baile entre el conflicto y la conciliación continuará como ha ocurrido por generaciones. Si usted quiere unirse a Cristo en este baile osado, pregúntese: “¿Cuán grande es mi mesa? ¿Soy lo suficientemente fuerte como para ser bondadoso? ¿Partiré el pan y pasaré la copa?”

Por último, practique la política de la compasión.

La política es más que la forma en que votamos o por quien votamos. Es más que sistemas, estructuras, políticas, plataformas y afiliación. La palabra “política” viene del griego “polis”, esto es, “los asuntos de la ciudad”. Hacer política es preocuparse de los asuntos de las comunidades en las que vivimos. Si practicamos la política como cristianos, tenemos que preguntarnos: “¿Qué es lo que el evangelio de Jesucristo nos dice acerca de cómo debo vivir en mi comunidad? ¿Cuál es mi responsabilidad hacia la gente con la que comparto la vereda?

Esta es la política de la compasión que trasciende “los problemas políticos” pues nos llama a considerar en qué tipo de comunidad queremos vivir y qué tipo de vecinos queremos ser. No podemos responder estas preguntas solo votando, porque a fin de cuentas tenemos que preguntarnos si Jesús nos dirá: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron” (Mat. 25:35).

Ahora que las elecciones han pasado, desconectémonos del televisor y de los medios sociales, y sirvamos a las necesidades de la comunidad. Alimentar a los hambrientos, marchar por la justicia social, visitar a los encarcelados y cuidar de los enfermos.

Cambie lo que se puede cambiar y controle lo que se puede controlar.

Y no se olvide de invitar al tío Pedro.

El Rvdo. Mark Feldmeir es pastor titular de St. Andrew United Methodist Church, Highlands Ranch, Colorado, y es autor de A House Divided: Engaging the Issues through the Politics of Compassion. Escuche su podcast, Get Your Spirit in Shape.

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